27.8.18

El mojón de Dios

Uno de mis libros al cual le tengo mucho afecto es INSTRUCCIONES PARA PLASTIFICAR UN BAÑO editado por vez primera en abril de 2010 a través de la editorial EDICIONES DEL TRINCHE de la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, Argentina. Luego reeditado por PROYECTO EDITORIAL INTINERANTE (colección naranja) en el 2012. Este librito, una especie de pulp, fue un fixup. Resulta que tenía un par de textos dando vueltas y cuando me convocaron de EDICIONES DEL TRINCHE fue que lo armé. “El mojón de Dios” salió publicado de forma independiente en la edición número 1 del fanzine “Cucarachas para el desayuno” en la provincia de Mendoza sobre el año 2009. Sin más, a continuación el relato.


 
Las cortinas de un azul oscuro marmolado impedían cualquier insinuación de luz natural en la pieza. Era de tarde, las piernas de Ángela venían hacia mí sobre la cama de una plaza, medio herrumbrada; ella fumaba a los pies y yo desde la cabecera me concentraba en mirar un pedazo de techo que en cualquier momento caería sobre nosotros, el yeso había cedido y se alcanzaba a ver un hueco. Imaginé un nido de cucharas y cuando se viniera encima de nosotros el pedazo de ese coso volarían las cucarachas, una cosa que me tenía preocupado, jodido por la situación si es que pasaba.
Habíamos cogido de una manera muy histérica todavía con la resaca encima de la noche anterior. De manera que exhaustos pinchábamos el tiempo en la pieza que Ángela alquilaba en una pensión de San José.
Estiró las piernas y apoyó uno de sus pies en mi boca y con el otro sobó mi entrepierna. No logré reaccionar a la estimulación, cosa que enfureció a Ángela y en un solo movimiento estrelló la colilla de cigarrillo, todavía encendido, en la planta de mi pie y luego saltó de la cama. El puto ardor que me dejó la yegua con el pucho me despabiló y también salté de la cama con bronca. Detuvo mi mano con mucha agilidad antes de que pudiera romperle la jeta de una trompada.
– ¡Despertate, maricón! – Dijo, sentada en el piso.
Tenía ganas de partirle el orto a patadas, pero la muy yegua, se arrastró a cuatro patas y empezó a chupármela. Traté de desquitarme del ardor que todavía me producía la quemadura y la tomé de la cabeza y le hundí la pija hasta la garganta. Casi ahogada seguía succionando mientras más se la metía, en eso, con sus dientes mordisqueó parte del glande y salté de la cama tirando a Ángela a un costado de la habitación. Así nos quedamos por unos minutos, en silencio y con música de fondo, no sé qué era, creo que algo de Dead Kennedys, pensé en las cucarachas en el techo y pensé en que bueno sería metérselas en la concha a la yegua de Ángela. ¡Ja! Un nido de insectos en la concha abierta, debería filmarlo a eso.
– Vení, comeme la concha. – Dijo, abriéndose de piernas y sobándose con un dedo la punta del clítoris.
Lo que más me más me calentó fue ver su concha abierta y dilatada, hinchada y rosada. Me acerqué y comencé a lamerle el clítoris pegajoso y erecto. En un momento estábamos haciendo un sesenta y nueve, ella sobre mí y yo de espalda sobre el piso.
Mi visión se limitaba al rojizo agujero de su culo que se abría entre sus muslos, estaba a punto de meter mi lengua ahí pero la posición me lo impedía, incómodo, traté de levantarme un poco más pero Ángela se detuvo.
Cuando la vi estaba tomando ginebra, me sorprendió. Sin tiempo a la reacción escupió sobre mi pija, el alcohol y la saliva se mezclaron en un solo líquido que chorreo por mi cuerpo. La cosa esa ardía muchísimo y en un acto reflejo grité y traté de sacarme a Ángela de encima, pero la mina me sujetó con las piernas y quedé inmóvil debajo de ella. Chupaba mi pija con restos de ginebra y con la mano me masturba, tal era la lubricación en la verga que sus movimientos se agitaban fácilmente, a punto de eyacular se paró de golpe.
–Tengo ganas de mear. – Balbuceó.
– Hacelo. – Respondí, imaginando su hinchada concha derramando la meada sobre mí.
Un chorro caliente y grueso se abrió paso en la concha abierta de Ángela y se estrelló por debajo de mi boca. El líquido me bañaba parte de la cara y el cuello, era como una eyaculación prolongada y gigante que me hervía sobre la cabeza. Ángela gemía mientras meaba, me estaba inundando de esa mierda y era tan exquisito que no quería que terminara. Un último goteo se desparramó sobre mis labios y quería más de eso, así que le mordisqueé el clítoris que la llevó al orgasmo. Durante la vibración de su cuerpo dio un salto sobre mi cuerpo y de pie se abrió de gambas y mostrándome su culo.
Con mi verga insertada en el orto nos agitábamos de pie. Su movimiento de caderas parecía poseído por algo o alguien, se agitaba con tal fuerza que no podía controlarla.
– ¡Llename de leche, puto! Que tengo algo para vos. – Gimió.
Con mis manos apreté sus caderas y me hundí lo más que pude, sentía brotar mi eyaculación, Ángela gritó y saltó mi leche adentró su culo abierto. Me separé de su cuerpo pegajoso y caí acabado en la cama; no percibía ni el calor, ni la temperatura, ni la música, ni nada de lo que hubiera en la pieza. Sólo una cosa se me venía: Cucarachas, mientras que una sensación de lo más neutralizante me dejaba en la esquina de algo sobre algo, flotaba o nadaba, o no sé.
Levanté la mirada y Ángela en cuclillas sobre el piso a pocos pasos de mí, chillaba todavía poseída por algo. Me fijé bien y cayó un pedazo de mierda. Un mojón de color verdoso con restos de semen, la mina estaba cagando y disfrutaba la salida de cada pedazo de excremento como si fuera una prolongación de su orgasmo.
Siguió así por unos minutos hasta que exhausta cayó sobre su propia mierda en el suelo. Todavía en la cama, vi como ese charco de excremento enchastraba a Ángela que excitada se revolcaba y lo esparcía por su cuerpo. A pesar de mi estado débil tuve una nueva erección, me acerqué a ella pisando todo el lío de líquido que había. Con restos de caca en su boca me chupaba la pija muy suavemente, cosa que me la endurecía más.
– Cagame encima. – Dijo con el glande entre sus muelas. – Cagame encima, que el mundo está hecho mierda, que somos una mierda. El planeta es un gran mojón de Dios. Cuando Dios se tiró un pedo nosotros lo llamamos el gran Big Bang, después se cagó en el Universo y aparecieron los planetas que no son más ni menos que los Sagrados Mojones de Dios.
Ni siquiera tuve fuerzas para eyacular, cuando soltó mi pija, caí al costado de su cuerpo y por primera vez me besó en la boca. Sentí su lengua en el paladar y pensé en una cucaracha anidando en mi garganta.