Y..., ¡bueh! El
calendario amerita el siguiente texto. Se trata de “Septiembre”
un texto bastante viejo, de mi adolescencia, que fue escrito de una
sentada una tarde de un 21 de septiembre. La soledad, el
auto-aislamiento, etc., pero a modo de protección (si cabe la
palabra) el hecho mismo de entender un camino muy distinto al
impuesto socialmente y una forma de resistir. A primera leída puede
que suene algo bajón o depresivo, pero en ese momento estar en mi
cuarto rodeado de mis discos y mis libros y tener la “Olivetti” a
mano era un refugio. Y a su vez lo disfrutaba mucho, expulsando estas
cosas, no dejándome llevar por la corriente y siendo paciente.
Construyendo un espacio, un hueco en este orden social. Tomando una
ruta, tal vez la sinuosa, pero la que me dejaba donde realmente
quería estar.
Va el texto, que también
estuvo incluido en el libro SEMILLAS DE PEZ SALMÓN.
Me siento aislado, como un cangrejo en el medio de
un desierto. Estoy rodando por algún lado como una inmensa pelota,
reboto o me rebotan por donde voy. Estoy tirado en la cama de mi
cuarto, son las siete de la tarde, eso creo, el sol parece haberse
atascado entre dos montañas sobre la cordillera, todavía queda algo
de luz aunque en el cuarto comienzo a estar a oscuras. Alcanzo a
verme las piernas desnudas y descubro que me ha crecido un montón de
pelo. En eso un pájaro canta a gritos, puede que sea algún holler
de las aves y me quedo escuchando ese chillido, suena bien. Me asomo
por la ventana y lo alcanzo a ver; es todo negro, abre las alas y
abre el pico y larga el sonido, mira enloquecido alrededor, está a
punto de irse. Vuelve a fijarse por sus costados y por otro lado
aparece uno igual a él y se miran, después se van. Yo sigo ahí. Me
enciendo un cigarrillo y vuelvo a la cama.