25.8.18

Veinte minutos

A continuación un relato, adelanto, de lo que será mi próximo libro. Se trata de “Veinte minutos”, inédito, que forma parte de “7 Relatos Gore” un compendio de relatos de este género que pronto verán la luz en su edición papel. Así, entonces, este va a ser mi segundo libro de relatos y el primero en el que experimento en este género. A“Veinte minutos” lo podría definir como un relato de “gore surrealista”, en fin, sin más el texto en cuestión.


 
Sobre el tajo brotando espuma blanca mezclándose con chorros de sangre espesa y oscura fue lo que me puso cachonda. ¡Por dios! Qué subidón.



Desperté tan exaltada que cuando abrí los ojos quedé por varios segundos con la mirada clavada en el techo tratando de saber en dónde estaba, qué día era y qué hora era. Respiré profundo, cerré los ojos y cuando los volví abrir empecé a ubicarme. De apoco comencé a escuchar ruidos de coches a lo lejos y el murmullo típico de la calle cuando la ciudad comienza la jornada. También la luz fue despejando la oscuridad del cuarto, miré el celular y eran las siete y..., siete y treinta y ocho. Osea que tenía todavía veinte minutos para que sonara la alarma.
Mejor no intentar volver a dormir, mejor no. Había leído por ahí que si uno vuelve al sueño el cuerpo queda medio cortado, o algo así. Así que mejor no dormir. De todas maneras las imágenes esas me daban vueltas, sentía el cuerpo excitado todavía, una cosa medio orgásmica me sacudía muy sutilmente por dentro. Los roces con las sábanas me daban escalofríos, pero de los lindos... Qué sé yo, estaba algo confundida pero a su vez me sentía con una sensación tan plena que creo que eso era lo que me mantenía cuerda.
Veinte minutos, veinte minutos para que sonara la alarma. Tenía ese espacio de tiempo para dejarme llevar y recordar más, tratar de entender aquello de la imágenes. Quería que sí, que aparecieran completas, quería más de aquel sueño que me arrastraba a este estado. Tenía veinte minutos para poder volver a esas imágenes. Mejor no dormir.
Si cerraba los ojos podía acercarme más al recuerdo, podía de apoco ir recorriendo lo que me traía la mente. Y juro, juro que era tan explicito que me parecía revivirlo. Me dejé llevar tanto por la imágenes que eran muy desordenadas e ilógicas, como así también de las sensaciones que eso provocaba de manera real en mi cuerpo.
Un tumulto de carne transpirada se me refregaba por el cuerpo, una alfombra pegajosa de piel humana me envolvía y una luz roja muy tenue me cegaba. Todo alrededor era una catarata de colores burbujeantes. Soportaba espasmos tan suaves como placenteros cuando una lengua ensalivada me rozaba el clítoris. No sé si solo era una, los movimientos se sucedían tan seguidos que creo más de una lengua me sobaba la concha. Una necesidad tan intensa me revolvía por dentro que necesitaba urgente abrirme la piel para soltar todo. Una boca caliente me poseía los labios, tragaba un liquido sedoso y espeso que se me confundía con mi propia saliva. La pulsaciones me hacían temblar las tetas y erguir los pezones que en punta chocaban con la carne de un torso tatuado y caliente. Creo que afuera llovía y era una tormenta muy intensa los truenos explotaban en mi cabeza y flotaba al cerrar los ojos. La luz ya no era roja, era azul. Un miembro erecto hurgaba por entremedio de mis nalgas y buscaba hundirse en mi culo, que dilatado, esperaba la penetración. Pero eso no pasaba.
Como una serpiente, sí, eso era. Como una serpiente me deslizaba entre membranas latentes, calientes y húmedas. Me atornillaba boca abajo en una especie de colchón reventado entre la lana desgastada y mugrienta hasta que un falo se clava en mí y chocaba con la entrada del útero. Me dolía, pero la pija adentro mío palpitaba tanto que la concha misma se me iba hinchando y abriendo mientras yo escupía una especie de néctar sobre la tela gastada de una almohada que se oscurecía tras los escupitajos hasta quedar negra como el petroleo, momento en el cual alguien me sujetaba entre las piernas siendo aún penetrada y giraba mi cuerpo entre hojas pegajosas de una especie de planta gigante que me guardaba en su capullo.
Lo latidos retumbaban en mi pecho, en mi sien, en mi concha. Frente a mí unos redondos ojos negros me miraban como induciéndome a algo, no entendía, tiritaba y venía la penetración. Esta vez una daga carnosa y palpitante se me insertaba en el culo. Los ojos seguían ahí. Las penetración se aceleraban y los ojos frente a mí se agrandaban y pestañeaban. Me abría cada vez más y sentía como el orgasmo iba de apoco retumbándome en el vientre a punto de hacer erupción. El miembro que tenía incrustado en mi trasero como un taladro escarbaba cada vez con más presión y aclaración. Los ojos frente a mí ya eran globos gigantes rellenos de vino a punto de explotar. Sentía la presión en el orificio anal y como la pija se hinchaba adentro mío, eso iba a explotar. En cualquier momento también yo iba a estallar.
Ya no habían luces ni rojas ni azules, ya no había nada. Pero todo era tan claro pero tan claro que mi cuerpo de apoco se volvía transparente. Para corroborarlo levante las manos y me vi toda entera por dentro, veía como la sangre se esparcía por las venas y arterias, como los nervios se me hinchaban y enrojecían como los músculos y tendones latían, sabía que algo venía. En silencio oí una gran explosión chirriante, oí como si fuera un trueno dentro de mis entrañas. La pija expulsaba todo un semen plateado y que sentía se desparramaba por todos mis intestinos. Fue entonces cuando se produjo en todo mi cuerpo una especie de desgarro que me dejó en dos. El orgasmo se expandía por todas mis venas chicoteando con mi corazón que rebotaba dentro de mi pecho. Los dos ojos aquellos a punto de explotar frente a mí me pusieron ansiosa y no se donde apareció un cúter verde y tajie las dos bolas negras que me miraban.
Primero saltó un líquido blancuzco que me empapó la cara, un gran cumshot que bebí con locura, después el vino, ese líquido rojizo se esparció rápidamente por todos lados y empecé a chupar de manera descontrolada todo lo que podía. Hundí más el cúter en una especie de cráter y arranqué dos bolas pegajosas y medio blandas pero resistentes. Jugué un rato con esas cosas con mis manos y después de un saqué me las introduje en la vagina como dos gomtias. Sentía esa necesidad, la necesidad de estar llena por dentro, muy llena por dentro. Las dos bolas entraron y las sentí dentro mío rebotando de un lado para otro.
Era deliciosa la sensación, mientras la traigo en mente, me excitan tanto que no sé como parar esta ansiedad. Estaba tan por encima de todo que literalmente me movía con las piernas abiertas y con las dos bolas adentro sobre un cajón pegajoso e inerte. Ahora fue que un cuchillo me ayudó y mientras galopaba y estrujaba todo para alcanzar desahogar el inminente orgasmo metí la punta del cuchillo en ese cajón, fue entonces cuando brotó la sangre desesperada por expandirse. Chorros de sangre oscura y caliente se mezclaban con una especie de baba condensada blanca y eso me hizo acabar de una forma, diría yo: E S P A C I A L.



Pero vuelvo otra vez en sí. Ha sonado la alarma del celular. Ya son las ocho y dentro de una hora entró a la oficina. No sé cómo voy a llegar, estoy tan enganchada con todo esto que me cuesta dar el primer paso fuera de la cama. Igual acá está todo muy húmedo, he dejado sangre, sudor y lágrimas entre estas sábanas.
Javier, mi novio, se ha dado cuenta y ahora que me levanto, veo que se ha acomodado en el suelo. Lo entiendo, entiendo que ha de estar un poco harto de esto que me pasa. Con Gastón era lo mismo y también con Mauricio, no soportaban estos sueños y me dejaban. Pero Javi ha sido más inteligente que ellos, se ha puesto a dormir en el suelo, fuera de peligro y lo entiendo. Se ha sacado los ojos para no verme y también se ha abierto el pecho para mostrarme que tan inmenso y rojo es su corazón. Aunque, se le ha ido la mano, sin ojos y con todo abierto mostrando la tripas y todo enchastrado poco me puede seducir.
En fin, ya pasaron veinte minutos y logré no dormir, eso quiere decir que mi cuerpo esta listo para una nueva jornada.